Fines de semana perdidos

Detesto pasar los fines de semana en Talca. Por mi trabajo debo quedarme algunos sábado y domingo trabajando y cuando el trabajo es poco (e incluso a veces nada), me desespero con frenesí. El primer mes acabé con todos los lugares para pasear o turistear y como los dos únicos cines mantienen su cartelera intacta por más de 35 días, pues no me queda más que dormir, ver tele o vagar por internet.
El otro día escuché a un tipo en el terminal de buses decir que el centro de Talca es como un persa. Ayer salí a comrpobarlo empríricamente y claro, es como una feria de pulgas un póco más grande. Por un lado, locales comerciales establecidos y por el otro los típicos ambulantes que se apoderan de la mitad de la acera, dejando un metro de ancho para pasar, así que se choca todo el tiempo.
Estos ambulates, para peor, venden cosas tan inservibles como cintillos de seda falsa (atroces, se resbalan a cada rato), rompecabezas de cartón, burbujas y rubix chantas (que después de tres movimientos se desarman completamente).

Así fue como, en un movimiento desesperado por calmar mi "ahogo", entré casi sin pensar a Falabella (que acá tiene el tamaño de una pulpería salitrera) y fue casi un alivio encontrarme con ropa interior, pijamas y batas de Hello Kitty y Pucca. Reconozco que fue un impulso instintivo de llenar mis vacíos emocionales de fin de semana con cosas materiales, así que me aprovisioné de calzones, sostenes y una bata muy mona de la Kitty. Por la cara con la que me miró la vendedora cuando le dije que NO eran para regalo, lo más probable es que piensen que ya no estoy en edad de usar este tipo de ternuritas. Fuck you all!! Es mi vida! Ya bastante me fastidiaron con mis zapatos cuando recién llegué (pero esto va para otra historia, es largo y demasiado friki como para empezar).

En fin... lo único que espero ahora es que arreglen de una buena vez el camino y los puentes para poder desaparecer el fin de semana que viene. No creo poder aguantar otro seguido sola, anegada y aislada.